De acuerdo a lo anterior, es posible afirmar que el proceso de valoración es consustancial al ser humano, como lo es su racionalidad. Se trata, entonces, de una categoría antropológica. Por esta vía sostenemos que ninguna concepción de la educación y del proceso educativo puede prescindir de un fundamento axiológico. A su vez, los valores constituyen un elemento teleológico, pues su carácter de idealidad los convierte en fines de la educación. Así lo plantea, por ejemplo, el Informe Delors al afirmar que “frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social”. (DELORS: 1996). La educación se convierte, por tanto, en un medio tremendamente valioso, pero no en el sentido en que se aprecia un simple instrumento, cuyo valor se encuentra siempre fuera de sí, sino como el medio fundamental que hace posible que el ser humano pueda realizarse como persona en un sentido individual y social.

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