Es posible considerar que el lenguaje, en sus diversas manifestaciones, es una realidad transversal, pues está presente en la mayoría de las actividades humanas. Ya sea de manera hablada, escrita, gestual o simbólica; en su forma cotidiana, literaria, técnica o científica, el lenguaje nos rodea, nos envuelve y configura un mundo de significaciones que se inicia en nosotros, pero que una vez constituido nos sobrepasa como si asumiera un ser propio e independiente. Expresiones como “no lo quise decir”, “se me escapó”, “se me salió”, “fue una traición del lenguaje”, entre otras, ponen en evidencia este singular ser del lenguaje.

Como una facultad humana general, el lenguaje y el proceso comunicativo en el cual se concreta, conforman naturalmente un ámbito de sentido, un repertorio abierto de posibilidades de las cuales nos podemos valer para emitir diversos mensajes, bajo una intención comunicativa predominante. No existe la no-comunicación, pues siempre estamos comunicando algo, incluso en el más absoluto silencio. Pero existe la no-información, como cuando decimos que no estamos al tanto sobre tal acontecimiento. La información es algo así como la comunicación convertida en artículo de mercado, en entidad económica. En la comunicación prevalece un vínculo interhumano; en la información predomina el aspecto utilitario. Incluso la información puede ser comprada o vendida.

El quehacer educativo es, precisamente, un ámbito comunicacional, un proceso interhumano donde el conocimiento, las destrezas, las habilidades y la información son transferidas mediante actos de lenguaje.

Sea cual sea la disciplina que se esté compartiendo*, ella siempre implicará un determinado lenguaje, con su propio vocabulario técnico. Sin embargo, el proceso enseñanza-aprendizaje se realiza sobre la base de una lengua común, con sus diversos factores y funciones. Es por esto que considero, desde mi sencilla opinión, que todo docente debe contar con las nociones básicas que le permitan conocer y dimensionar la realidad del lenguaje, que está a la base de su práctica pedagógica específica y de las relaciones humanas que ella implica.
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* De acuerdo al enfoque sico-social del aprendizaje y a mi visión del proceso E-A como un ámbito comunicacional que se fundamenta en una relación interhumana, prefiero el término compartir en lugar de impartir.

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