El verdadero sentido de la filosofía se descubre filosofando, aunque a veces no nos demos cuenta. Pero el filosofar requiere de ciertas condiciones que es necesario crear o más bien recrear.
El asombro, la duda, la situación difícil y el dilema moral son experiencias que todos los seres humanos vivimos de alguna u otra manera, con mayor o menor intensidad. Estas situaciones se presentan tarde o temprano en nuestra existencia, independiente del momento o del lugar. Ciertamente, pueden ocurrir en la casa, en una fiesta, en el trabajo, en una conversación, en el colegio, ante la belleza del paisaje o ante el nacimiento de una nueva vida. ¡Qué admirable prodigio es el nacimiento de la vida! ¡Qué admirable es el acto justo! ¡Qué admirable es la generosidad!

Pues bien, de acuerdo a lo anterior los invito a asombrarse, a dudar, a criticar, a evaluar su propia conducta, pero no para quedar atrapados en estas acciones, sino para ir elaborando poco a poco un proyecto de vida en el que los ideales y valores más nobles tengan un lugar primordial.

La situación personal de cada cual puede ser extremadamente difícil para lograr lo anterior o también puede ser que contemos con todo, pero que no nos percatemos o no le saquemos el debido provecho. En ambos casos, es necesario decir que el establecer y realizar una vida propiamente humana en un mundo como el nuestro, no es una tarea fácil. Las prioridades están puesta muchas veces en lograr un bienestar material, muy legítimo, por cierto, pero que al final no da respuestas a la inquietudes y necesidades más profundas del ser humano. En estos momentos recuerdo a Aristóteles cuando se pregunta por la esencia de la felicidad humana. Para algunos, dice, la felicidad radica en las riquezas, en el éxito; para otros, en el poder, en el placer. Es decir habría muchas felicidades. Pero, ¿cuál es la felicidad verdadera y propia del ser humano? Importante pregunta; quizás tú tengas una respuesta, o no. Sin embargo, si queremos ser felices, alguna idea deberemos tener de la felicidad, ¿no te parece?

Las respuestas filosóficas siempre se dan dentro de los límites de la razón, aunque debemos reconocer, desde ya, que los motivos de las preguntas nacen de la totalidad del ser humano y muy especialmente de su afectividad, de su intuición, de sus sentimientos y emociones.

En principio, entonces, la puerta de la filosofía está abierta a todo ser humano. Las llaves están precisamente en aquellas condiciones que hemos mencionado. Pero el filosofar requiere, además, ser expresado, ser comunicado, lo que se logra mediante un adecuado uso del lenguaje, ya sea en forma de descripción, argumentación, narración o diálogo. Esto es lo que han hecho los filósofos, por lo cual sus pensamientos se encuentran en una forma escrita (a excepción de Sócrates) que es necesario descifrar o entender.

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